jueves, 24 de julio de 2014

De caracoles

Nunca pensé que unos pocos caracoles me pudieran hacer sufrir y sonreír a partes iguales.
El comer productos ecológicos, de la huerta tratada con amor, es lo que te regala a veces.
Ir a preparar una ensalada, coger una lechuga y encontrarte un caracol. Otra lechuga y más caracoles.
Unos eran diminutos, como cabezas de un alfiler. Otros ya creciditos. ¿ Y qué hice con todos ellos?
¿ Me los comí? NO
En la vida volveré a comer caracoles. Los fui depositando en el patio de mi casa. Sobre los tiestos. Todos los días les pongo hojas de lechuga. En un mismo tiesto. Ellos son animalitos muy inteligentes. Al menos es lo que vengo observando desde hace un año que les adopté. Por las noches o si ha llovido durante el día y el ambiente está fresco, salen a comer y vienen todos en tropel al tiesto-comedor. Serán unos diez.
Durante el día permanecen inmóviles dentro de sus casas.
Hemos tenido historias de todos los colores: ir a tirar la bolsa con los botes y plásticos reciclados y encontrarme a uno de ellos dentro de la misma bolsa. Coger un pañuelo de papel envolverle con cuidado y devolverle al patio de casa.
  Ir a regar con la verde regadera y observar como otro se había colado en el asa por su interior. A éste fue más complicado ayudarle: tuve que rajar el asa para liberarle.
Hoy mismo salvamos a otro que después de haber estado fregando el suelo de casa, con agua caliente y jabón, permanecía al fondo del cubo de fregar. Pobrecillo : le bañamos con agua fría y le dejamos sobre una hoja de lechuga. Pero el caracol , afectado tal vez por el desagradable acontecimiento, salió huyendo a toda velocidad. Sí, los caracoles andan muy deprisa y recorren muchos metros-kilómetros al día.
Un día asistí al apareamiento de dos de ellos. Duró unas 15 horas. Al principió pensé que se estaban peleando. Luego busqué en internet y salí de dudas. Visto lo visto, no quiero ser caracol para aparearme : al final del acto, estando todavía unidos, se hicieron caca en la cara. 
Otro estaba en el fondo de la vitrina de los refrigerados de la tienda. Debajo de la lechuga que compré. Pregunté al tendero que haría con él si se lo dejaba. "¡ qué ricos están con patatas!" contestó el tipo. "No debería comérselos vendiendo ecologismo como vende", le contesté. ASí que me lo llevé a casa. Y el chiquitín al sacar la lechuga de la bolsa estaba allí en el borde de la misma, muy espabilado, estirando todo su cuerpo hacia arriba. ¡ Me quería dar un beso de gratitud!
 Una noche tuvimos una baja : al salir al patio pisé uno. Desde entonces ya nadie salé sin linterna. Y si podemos evitar salir así lo hacemos.

Un día podría escribir un cuento para niños. Lo titularía algo como " El caracol que vino del campo a la ciudad". Seguro que en un año tendré más historietas que añadir.